Saturday, October 06, 2007

Ladrones

Noche oscura si las habrá habido, un frío de cagarse. Las pocas luces de las calles de ese barrio chato no alcanzaban a hacer un resplandor en las nubes bajas. Una tenue bruma de olor fétido típica de algunas zonas del conurbano llenaba los huecos que dejaba el frío.

El pibe esperaba, pistola en mano, en una esquina, a la vuelta de la parada, 20 metros más allá. Tiritaba, y el hambre lo había puesto allí, 3 de la mañana, esperando a su víctima. Lo había visto varias veces bajar a los tumbos del colectivo y caminar zigzagueando, hasta apoyándose en las paredes, postes y árboles, hasta su casa, a 2 cuadras de distancia. Nadie en el barrio había levantado cabeza luego del quilombo del 2001, pero el tipo andaba siempre de saco y corbata, buen corte, afeitado, zapatos lustrados, un maletín. Se arriesgaba a que se hubiera descerrajado la guita en alcohol, mujeres, timba; o las tres, para el caso, pero también estaría mas vulnerable, torpe, ebrio.

Sintió un motor a lo lejos. Se asomó sin mucha cautela y vio el 158 venir al palo, las luces de posición apenas una manchas amarillentas, pero las negras bien penetrantes. Volvió a la protección de la esquina, la espalda contra la pared. El corazón puso segunda al sentir los bulones de las pastillas de freno contra los discos; tercera cuando el chirrido cesó, se sintió la puerta abrirse y golpear, los pasos en la escalera; seguía acelerando a medida que los pasos se acercaban, zapato contra baldosa. El pibe reempuñó el revolver, contó hasta tres y salió al paso.

El tipo estaba fresco, y pegó un buen salto cuando el pibe se le apareció en la esquina. Viéndolo empuñar el arma con pulso tembloroso, el tipo supo de que se trataba, pero esperó a que fuera el otro quien iniciara las tratativas. Es como siempre había hecho y como siempre había que hacer. Unos segundos incómodos pasaron y ninguno de los dos dijo nada. Viendo que eso podía tomar su tiempo, hizo un ademán como invitándolo a hablar. El pibe reaccionó y usó una frase de libreto:

- Dame todo lo que tengas o te quemo.

Viendo que todo tomaba un curso normal, casi que suspiró de alivio, y eligió la frase que utilizaría a continuación. A un clásico sólo se le podía responder con un clásico:

- ¿Estás seguro?

El sorprendido era ahora el pibe. No dio un salto, pero su mente dio un vuelco tras agarra una piedra: una, dos vueltas de campana y terminó sobre las ruedas. Sólo quedaba ver si podría seguir andando:

- Dame toda la guita, pelotudo, dale, rápido.

La voz intentaba ser de mando, pero salió sin fuerza. En un liceo lo habría convertido en el punto de las bromas pesadas y en una cárcel en la chica del pabellón. El tipo sabía que era duda, y la duda muchas veces, sobre todo ayudada por el arrebato, lleva al cambio de idea. Y con esto es con lo que contaba el tipo. Era ahora; no había un nunca:

- ¿Estás seguro que querés asaltarme? ¿Seguro de arriesgarte a que no tenga nada, a que te vean, a que me den pelota en la comisaría? ¿Seguro de que no sé karate, aikido o full contact? ¿Te has asegurado de que no llevo un arma, de que yo no sea un campeón local de tiro, o no tenga un récord zonal en velocidad? ¿Te has asegurado? ¿Has pensado en un seguro, un seguro, no contra robo, sino a favor del robo? ¿Qué pasa si te apresan, si te cagan a palos, si te matan, quién va a mantener a tu familia? ¿Has pensado en todo eso? Te podemos cubrir, ¿sabías? Cubrir a tu familia, conseguirte protección de la policía, con la policía, sólo firmando un simple contrato. Cualquier problema que tengas te lo solucionamos. Si el tipo no tiene nada encima, te lo subimos a un auto y vamos aun cajero o a su casa. Se si pone pesado, tenemos matones que los tengan. ¿Y si se te escapa un tiro? Nada, desaparecemos el fiambre. ¿Tenés alguna duda, algo que no cubramos? Lo arreglamos. Todo se arregla. Claro, dinero o mercancías de pormedio.

El pibe ya había bajado el arma y lo miraba atónito.Debía ir con cuidado. Esta era la segunda parte difícil.

- Te soy sincero. No pretendemos sangrarte, sino te perdemos como cliente. Es sólo el 10% de lo que recaudes el primer año. Eso te da cobertura total.

El pibe ya tenía el rostro desencajado. La iniciativa hacía rato que se había alejado junto a la realidad, borrachas las dos, subidas en el 158, abrazadas y cantando, botella en mano, a la espera de que la chancha las baje de un patadón en una esquina ignota y se perdieran pasa siempre. Sola quedaba la lectura ciega de un libreto que el pibe prefería no escribir, pero que veía salir de su boca en forma de palabras que nunca podría negar o retirar:

- ¿Y después?

El tipo había temido eso. Era la tercer parte difícil, y no había manuales útiles para ésta. Debía pensar muy bien lo que dijera; de ello dependía si habría contrato o no. No debía mostrarlo, pero necesitaba el contrato, o no cubriría su cuota en la pirámide, y quedaría fuera de ella de la peor forma. Sonrió como el vendedor de autos usados que había sido y comenzó a explicar:

- Bueno, a medida que pasa el tiempo te vas haciendo notar. La cuota va lógicamente subiendo, pues ya no sería tan fácil...

No pudo terminar la frase. La cordura se estrelló en el cerebro del pibe luego de una caída libre fabulosa. Tiró el revolver sin balas al piso y se echó a correr como alma que se la lleva el diablo, dejando tras sí un hueco en la niebla. El tipo intentó atajarlo, pero no reaccinó a tiempo. El pibe doblaba ya la otra esquina. El tipo bajó los brazos y la mirada, se ajustó el sacó, y volviéndose sobre sus pasos, se sentó en la parada a esperar el siguiente 158.