Wednesday, July 12, 2006

Cómo matar a su jefe sin ir a la cárcel

Las dos opciones más simples son: no trabajar para un guardiacárcel, o matarlo fuera del trabajo

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Chistes malos y sutilezas del lenguaje aparte, las opciones no son sencillas.9

Una es lograr que el asesinato en realidad parezca un accidente, método investigado y desarrollado por las mafias de todo el mundo. Sin embargo, y a pesar de lo que las películas muestran, un balazo en la nuca no es un accidente. Tampoco lo son dos balazos, uno en el occipital y otro en el hombro derecho, mientras se pasea por Dallas, pero ésa es otra historia. Un accidente puede ser el manejar borracho por algún acantilado (de los que no faltan en las Altas Cumbres, por ejemplo), un piano que se cae del octavo piso o un occipital fracturado contra un cordón tras pisar una cáscara de banana. Este tipo de métodos tiene la desventaja que son difíciles de llevar a cabo por lo complicado de la logística, y son propensos a dejar muchos rastros, por lo que es necesario ser extremadamente cuidadoso, cosa que muchas veces es simplemente impracticable.

Otra opción es asesinarlo en un lugar donde los recursos para investigar un homicidio sean escasos o nulos. El problema se transforma entonces en cómo llevar a su jefe a tales lugares. Cualquier método imaginable tiene a dejar pistas, como ser una carta y pasaje pago, un mensaje en la contestadora, etc. Deshacerse de esas pruebas suele ser complicado.

Otro método es no ir a la cárcel, pero sí a una institución mental. El homicidio en primer grado con atenuante por insanía temporal es una figura legal pocas veces usada, porque el nivel de locura que se considera actualmente como normalidad es tan alto, que ser considerado loco es muy difícil. Además, fingir insanía no es simple: requiere de mucho estudio de la psicología, lo cual es un proceso lerdo. Se puede intentar esta opción si uno ya ha pasado por el sistema penal una vez, en cuya ocasión tuvo tiempo de leer tanto sin tener que preocuparse por su manutención (tal vez sí por su hombría, pero sólo durante las duchas). Finalmente, una institución mental no es precisamente un paseo por el campo, y si bien uno puede mostrar una mejoría inmediatamente al ser ingresado, se tarda un tiempo en convencer a los médicos a cargo del comité de absolución.

Una opción fácilmente practicable es la incitación al homicidio por parte de otros. El truco consiste precisamente en que los homicidas no se dén cuenta de la incitación en sí, de forma que no lo puedan delatar a uno. Técnicas posibles pueden incluir:

a) Actuar en detrimento de infraestructura para la cual es responsable directo nuestro jefe y que sea crítico para algún jefe de él o alguien que se pueda quejar con el jefe de él, aún cuando no sea crítico para la empresa. Ejemplos: que el acceso a Internet ande intermitentemente, de forma que el gerente de compras se queje con el dueño de la empresa porque no puede bajar ringtones para su celular-cámara-de-fotos-calzador-de-zapatos-navaja-suiza-picana-contra-choros; apagar el piloto de la caldera que alimenta la calefacción del edificio; etc

b) Hacer correr rumores donde nuestro jefe habla con un creciente grado de agravio sobre el o los potenciales asesinos, aún de forma indirecta. Vectores de ingreso pueden ser telefonistas o personal de limpieza; almuerzos con compañeros en las instalaciones comunes; charlas casuales mientras se prepara el café; notas apócrifas en los paneles de comunicación (también mails falsificados, aunque requieren cierto conociemiento técnico). Es preciso no recurrir siempre al mismo vector, pues esa reincidencia puede quedar registrada, incluso a niveles subconscientes, en un puro estilo pavloviano, y volver a la superficie cuando se estén haciendo las pesquisas del caso.

c) Atacar en lugares oscuros a un amigo o pariente de nuestro jefe utilizando una máscara con su cara. El propósito es lograr inducir impulsos asesinos en la víctima hacia el objetivo. No es precisamente la técnica mas recomendable, pero se han logrado buenos resultados con ella.

d) Algo similar, pero contra un perro de una ferocidad considerable. Una variante es injectar dicho animal con alguna enfermedad jodida, como la rabia, antes de soltarlo cerca del objetivo.

Se podría seguir en esta vena casi indefinidamente. Queda como ejercicio para el lector imaginar otras.