Yo te lo tengo
- Dale, dale, yo te lo tengo.
El patovica levantó el brazo, cerró el puño y lo bajó con fuerza contra la cara del pibe que colgaba, desmayado, de los brazos del policía. Chac!
- Pendejo de mierda...
Rodillazo al cuerpo. Tud! Más golpes, más golpes. El pibe ni siquiera podía intentar cubrirse con los brazos. La cara le comenzó a sangrar por varios lados, y al policía le entró algo, remordimiento creo que le dicen, y no se aguantó. Un par de golpes más le convencieron que tenía que hacer la pregunta.
- Disculpame, no? Pero... ¿qué hizo?
- Le tocó el culo a una mina, y el novio es amigo del dueño.
- Ah. ¿No es suficiente, ya?
El patovica dudó un instante y le pegó una última patada. Dio media media vuelta y entró al boliche. El policía seguía teniendo al pibe por los sobacos.
- ¡Pará, pará! ¿Qué hago con él?
El patovica se dio vuelta y desde dentro del boliche le gritó:
- No sé, ahora hacete cargo.
El policía miró con asombro cómo se perdía entre la gente; ese asombro propio del incrédulo que ni siquiera imaginaba que las cosas podrían llegar a un extremo como ese. Miró al pibe, todo golpeado, deformado, ensangrentado y lo soltó. La cabeza dió un golpe seco contra la vereda, pero el tórax seguía subiendo y bajando irregularmente con la respiración.
Alejándose por un callejón oscuro, el policía sacó un celular y marcó el número de emergencias. Dejaría un mensaje anónimo para que lo vengan a buscar e iría a hacer presencia lo más lejos posible.
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